martes, 19 de mayo de 2015

¿Será tan malo querer más?

 Para una persona como yo, la que a lo largo de su existencia ha tenido raciones modestas de lo que verdaderamente quiere, una idea tan ambiciosa perturba. Mi situación actual me permite soñar, que verdaderamente conseguiré algo mucho mejor de lo que ahora tengo, de lo que ahora me ofrece la vida, lo que asalta mis ojos diariamente, mientras me mantengo en la posición de que no es lo que quiero.

Soy una mujer realizada profesionalmente, llena de vigor y salud, con una labrada condición, que deviene no de casualidades, sino de la demarcación diaria de mis propósitos desde que tengo uso de razón. He hecho mi vida a pulso y he sabido sortear cada dificultad que me ha puesto la vida. Ninguna me ha perneado a tal punto que haya alterado mi esencia. Vaya yo a saber por qué, teniendo en cuenta que ciertos acontecimientos han sido bastantes transcendentales. Lo cierto es que me siento llena de ansias por conseguir a alguien lo suficientemente bueno que me complemente a cabalidad.

Indudablemente la motivación externa me incita; palabras de halago y adulación de aquellas personas que me profesan cariño sincero me hacen imaginar que si puedo obtener lo que deseo con tanto ahínco.

He dejado mi relación, llena de altibajos pero de innegables momentos de felicidad, no sé en qué momento perdí la ilusión por mi noviazgo, el que con el trasegar del tiempo se tornaba aún más formal, lo soñado por una mujer racional como yo. Pero la aterradora idea de que no funcionara como mostraba serlo según lo vivido en los últimos meses, gracias a mi venenosa apatía y a las decepcionantes actitudes de mi pareja, terminaron por hacerme saltar al vacío.


Siempre, en cualquier estadio de mi vida, he soñado con el verdadero amor, el perenne, el mágico, el inagotable. Sentí vivirlo al lado de mi ex novio, lo juro, pero de mi parte todo ello se fue derritiendo por los calurosos momentos que no fueron tan agradables y la zona de confort que te permite desinteresarte por mantener viva la llama del amor. Si, sentirme adorada en forma descomunal, un tanto alocada, en términos patológicos por cierto, tuvieron verdadera incidencia en mi confusa situación. Ahora se conjugan demasiadas sensaciones, entre ellas, la culpa concurrente en este tipo de momentos, en la que pudiera apelar a mi sensatez y retrotraer las cosas a aquel momento en que sigo con mi relación y planes de unificar residencia y vidas, con un valor agregado, el incierto espíritu de cambio que invade por estos días el alma de mi adorado por haber entendido, según su dicho, que parte del deterioro de la relación obedeció a su accionar. O, seguir en mi necio afán de encontrar algo aún mejor, lo que también envuelve una incertidumbre atroz, mucho más si recuerdo que mi vida amorosa se ha caracterizado, por la entrega desaforada de mis más puros sentimientos, a quienes bajo un gusto aparente ofrecen migajas o raciones de amor insuficientes. 

El temor invade cada célula de mi ser, en momentos de silencio y pensamientos muy íntimos, arribo a conclusiones y me propongo a mí misma posibilidades, las que tendrán lugar en días siguientes, pronto o tarde llegarán y me pondrán en la encrucijada de admitir los errores garrafales que pudieran constituir mis actuales decisiones o aliviar mi alma de entender perfectamente valederas todas las cosas hechas hasta ahora.

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